He querido escribir siempre, lo dejé todo para poder hacerlo. Porque era la única manera que encontraba para ser feliz. Lo de comer, ya vería como hacerlo…
Me formé, ¡vaya si lo hice!
Si cuento todos los cursos que he hecho, es probable que me ponga la soga alrededor del cuello. Ahora que vienen las vacas muy flacas siento remordimientos por la cantidad invertida en aprender teorías que luego hay que llevar a la práctica.
Sería ponerle precio a un sueño, y no se puede ser racional cuando hablamos de sueños. Aunque mucho me temo que voy a tener que hacerlo. Será un duro momento a solas con mis cuentas, os lo tengo que ahorrar. Además, mi madre siempre me dijo que los trapos sucios se lavan en casa. Y mejor sin compañía ni ojos acusadores.
El caso es que yo pensaba que ser escritora consistía en escribir. Y estaba totalmente equivocada.
Primero debes plantearte si solo quieres ser escritor o si quieres vivir de lo que escribes. Esa es la gran pregunta. Si quieres vivir de escribir, te dejo un artículo de MOLPE (marketing online para escritores) donde te da unas pautas sin importancia.
Sea cual sea tu elección lo primero que debes saber es escribir. Y no de cualquier manera, por favor. No me considero la más lista de mi generación ni muchísimo menos y encuentro decenas de erratas en muchos de los libros que leo. Y no hablo de autoedición. También de novelas publicadas por renombradas editoriales.
En segundo lugar, hace falta contar con una buena historia y una mejor manera de desarrollarla.
Es muy probable que tengas talento innato para escribir, pero seamos realistas: no es fácil contar las historias de una manera atractiva para tu lector objetivo. Hay técnicas y cursos que pueden ayudarte a mejorar. Y como todo en la vida, la práctica es la mejor maestra.
Aunque si cuentas con alguien con un bolígrafo rojo dispuesto a decirte TODOS los posibles fallos gramaticales, incoherencias temporales o de argumento, escasa consistencia de los personajes, y un largo etcétera, es mejor que saber los números de la Lotería Primitiva.
Bueno, no tanto...
Leer en abundancia es otra inestimable ayuda para ser escritor. Y si es del género que piensas escribir tu novela, mucho mejor. Lee con ojo crítico. Presta atención a todos los detalles porque te serán de gran ayuda cuando te encuentres ante tu folio en blanco.
Bien. Ya hemos sentado la base fundamental, pero no es todo.
Yo aprendí pronto que las películas americanas nos engañan. Que no existe el escritor súper ventas que escribe una primera novela, las editoriales se lo rifan, firma con la mejor de todas y revienta todas las listas de ventas. Se hace millonario en dos meses y se pasa la vida recorriendo el mundo dando conferencias sobre su libro. Nunca llego a saber qué pasa con un poco probable segundo lanzamiento editorial porque me frustro y abandono a medias la película.
El mundo editorial es un negocio. Igual que una panadería o una empresa de telecomunicaciones y por lo tanto no acepta (ni lee) todo lo que le llega. No habría ojos en el mundo que pudieran leer tanta propuesta.
Yo diría que lo más difícil es cómo conseguir que no tiren tu carta a la basura después del consabido “Querido editor”.
Hay todo un mundo por descubrir: quién es tu posible lector y qué busca, qué está de moda entre los lectores, cómo de dura y numerosa es la competencia, si eres original o no, y sobre todo, si tienes un rebaño que ya te sigue ciegamente a donde les diga.
Imagina que soy Megan Maxwell antes de ser famosa como autora. Voy a creerme que ella supo crear una carta de presentación magistral y una buena venta de la novela que la acompañaba. Uno de los datos importantes que debería acompañar el manuscrito sería el número de seguidores o fans en sus perfiles sociales.
Si te presentas con 10 000 seguidores tienes mucho camino recorrido. Si tan solo tienes unos pocos cientos, amigo mío debes crecer en redes.
Por mucho que una prima de tu mejor amiga de la oficina que tiene miles de seguidores te haya dicho que es fácil, no te lo creas.
Y tampoco se te ocurra plantearte siquiera comprarlos.
Tienes que lograrlo a pulso y a pelo. Con un buen contenido y constancia.
Y ahí me he quedado yo estancada. Estoy tan empecinada en hacer las cosas como me han dicho mis maestros que no escribo hace un mes. Y tampoco soy capaz de crear contenido para las redes sociales.
He caído presa de mis propias redes.
Este es el resultado:
¿En serio? ¿Así de fácil? ¿Está permitido c… en la madre que p… al lince que publicó esto? No voy a enlazar con su página web para no meterme en líos.
Ahora que ya hemos aclarado que no tiene nada de sencillo, os traigo novedades sobre esta red, que es la que está de moda. Que mañana será TikTok y pasado la que aún no se ha inventado.
Pues resulta que ahora nos van a atacar con el SEO en redes sociales.
¡Con lo difícil que es cumplir con un mínimo de conocimiento para llevar un blog con dignidad! ¿Ahora también tenemos SEO en Instagram?
¿No nos bastaba con las influencers que también hay que ser una máquina de estudiar marketing?
¡Pero si yo solo quería escribir!
El SEO es algo así como la fórmula secreta de la Coca Cola. Pero la fórmula del refresco es constante desde hace siglo y medio y el SEO cambia con cada caprichito del Señor Google, así que nunca llegas a controlarlo.
Se trata de saber qué escribir para que quien busque algo en un buscador, o ahora en Instagram te encuentre a tí antes que a ningún otro. Y sin empujar.
De vuelta a los cursos. O contrata a alguien que te lleve las redes y tú dedícate a tus teclas.
No se puede ser perfecta. Aunque se intente.
Después de lo que estoy estudiando y lo que he aprendido a base de errores, estoy planteándome muy seriamente dedicarme a ayudar a otros autores con sus quebraderos de cabeza en las redes y sus blogs.
¿Crees que tendría futuro?
Yo escribo, por eso lo baso en la escritura. Pero si eres coach, psicóloga, dentista o decoradora de interiores tienes el mismo problema.
¿O no?