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Cuidado con la cuarta edad.

Cuidado con la cuarta edad.

Señor@s, se ha acuñado un nuevo término en mi diccionario particular: la cuarta edad. 

¿Ya vamos por la cuarta? Esto parece una serie de Netflix, sin ánimo de ofender. Aunque, bien pensado, tiene mucha lógica esta nueva etapa añadida de la vida. Porque, seamos realistas, cada vez vivimos más y se nos quedan cortos los segmentos para catalogarnos. 

No hace tanto tiempo que, llegado a una edad, eras viejo. Sin apellidos ni adjetivos. Pero ahora ese término resulta despectivo y lo hemos cambiado por eufemismos mucho más agradables para nuestros mayores. Me había hecho a la idea ya de la tercera edad cuando la vida me sorprende con una cuarta edad. ¿Llegaremos a una quinta? 

Quiero pensar que no. Nunca he sentido deseos de vivir eternamente, o eternamente joven como Dorian Gray

Pero ahí tenemos a nuestros padres o abuelos, hechos unos pinceles, con bastante buena salud (dentro de las posibilidades de cada uno y de lo que haya quemado las ruedas de su máquina particular), conquistando las tecnologías, cuidando de sus nietos y tirándose al suelo para jugar con ellos. Algo que con sus hijos no hicieron, pero no vengo a ser incisiva, correré un tupido velo. 

¿Cuándo empieza la cuarta edad?

Mis padres, sin ir más lejos, ya están en la cuarta edad y son unos friquis de la tecnología. Aparato que ven, aparato que quieren. Y al que consiguen sacar el jugo. Más o menos. 

Tienen un asistente por voz, Alexa, ese aparato pequeñito que te habla si le hablas, que te pone música si se la pides, que te cuenta un chiste malo y juega contigo al Trivial si no tienes contra quién hacerlo. Es un quebradero de cabeza cuando pierde la conexión con internet y hay que solucionar el tema a distancia, concretamente, a 200 Km de distancia, pero es una buena compañía y ahorras espacio de almacenamiento. Al menos de CD's. 

Mi madre escribe un blog. Es tronchante y nos pone a parir a todos los que la rodeamos, pero siempre con una gracia tal, que es imposible enfadarse. Ella ha sido la fuente de inspiración para Águeda, uno de los personajes de esa novela que verá la luz... algún día. 

No se sabe ni una de sus claves y no recuerda nunca cómo debe entrar, pero eso es un pequeño detalle sin importancia. Para eso estamos sus pacientes hijos que guardamos toda la información en una caja de seguridad para no perder el legado digital de la mater familia. 

El problema mayor radica en que cada vez le pide asistencia a uno de los cuatro hermanos, y nosotros, ignorantes del manejo en las tripas tecnológicas de mamá del otro, no compartimos las nuevas contraseñas provocando el caos y el bloqueo de las cuentas en cada ocasión. 

¡Es una fiesta!

Mi padre adora los móviles, ordenadores y tabletas. No solo las de chocolate con almendras, sino las otras también. Lee sus libros en el iPad, utiliza el ordenador para calzar la mesa cuando cojea en exceso (porque también ha perdido alguna que otra clave y el pobre ya ha desistido) y su móvil va con él a todos sitios. Utiliza la banca digital y es el que nos conecta el control remoto en los ordenadores y móviles de mi madre para que nuestros nervios no sufran más de lo necesario ante sus descalabros técnicos. 

tecnología en la cuarta edad

Mamá tiene tres perfiles en Facebook que son imposibles de borrar. Si queréis, hablamos de nuevo del problema de las contraseñas. Cumple años en diferentes fechas en cada uno, y por supuesto, se ha vuelto más joven con cada perfil. Lo que más gracia me hace es que sus amigos la felicitan tres veces al año y ninguno ha caído aún en la cuenta de ese pequeño detalle. 

Se les borran los contactos del móvil, te llaman pero reniegan de haberlo hecho, hacen fotos borrosas que comparten orgullosos de su obra, hacen videollamadas a cuatro bandas...

Unos prodigios de la naturaleza. 

De cuando en cuando se frustran porque no alcanzan el nivel deseado, porque son poco realistas y quieren dominar la cacharrería igual que sus nietos. Pero es para estar muy orgulloso de lo que hacen. 

Esta cuarta edad, lo que antes era la vejez, que es un término de lo más despectivo, está formada por generaciones de guerreros que han pasado por una guerra o posguerra y ni se han despeinado. Han trabajado como jabatos, han viajado en 600 con un mínimo de cuatro retoños en la parte de atrás sin cinturón de seguridad, han inventado el turismo en Benidorm y Torremolinos, elegido a TODOS los presidentes de España (que se dice pronto) y siguen teniendo ganas de presentar batalla a la vida. 

La única pega que le pondría es que ahora la suma de la tercera y la cuarta edad dura más que la adolescencia, y ya es decir. Porque, al igual que nuestros jóvenes, también se aburren con tanto tiempo libre. 

Hay que fomentar el trabajo del becario viejuno, del experto en su sector que tanto puede aportar a estas nuevas generaciones con mucho estudio y poca práctica.

Dejémosles ser voluntarios de tareas que les hagan sentir todo lo importantes que son. El relevo generacional está sobrevalorado. 

Sí, estoy sembrando para el futuro, porque yo tampoco me quiero aburrir cuando llegue a su edad. No quiero preguntar a mis hijos cómo se pone en hora el chip que me han implantado en la muñeca; no quiero vivir un mundo de realidad virtual en lugar de viajar de verdad, en un coche con motor y cinturón de seguridad viendo pasar las horas frente a la carretera. Gruñendo entre dientes porque mi marido se niega a parar para vaciar la vejiga aun a riesgo de empapar el asiento del copiloto automático.

Y tú ¿quieres llegar a la tercera y cuarta edad? ¿Tienes unos padres que te hacen travesuras tecnológicas?

 

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