Mar del Olmo

TODOS LOS DÍAS DE LA MUJER

día de la mujer

No quiero ser de esas mujeres que entienden que la igualdad consiste en darle la vuelta a la tortilla, en menospreciar a los hombres y conquistar posiciones pisándolos. No quiero ser lo que hemos criticado hasta la saciedad.

 

No soy igual que mi hijo, mi hermano ni mi marido. Ni siquiera soy igual que mi jefa, mi amiga o mi vecina. Aquí cada uno tiene lo suyo.

 

Yo siempre me retrotraigo al principio, no cuando Dios creó a Eva de la costilla de Adán (más quisiera él), sino a esa evolución tan bonica que nos trajo Darwin y que, una vez superada la fase de mono, habla de hombres y mujeres peludos todos y todas y viviendo en cuevas. No como las de Granada que tienen puerta y geranios, sino unas con una corriente terrible y escasa privacidad.

 

Entonces la sociedad estaba muy organizada. Y había poco que discutir. Llegaba el jefe y te decía:

 

—Ugh, ugh, uuuugggh.

 

Y si eras hombre agarrabas el hacha y le seguías a cazar. Si eras mujer, que entonces era una suerte, te encargabas de cuidar de los primitivitos y de hacer fuego, así que te quedabas calentita en la cueva y sin necesidad de barrer. Total, iban a llegar llenos de barro y pelo de mamut, ¿para qué molestarse? También había alguna artista que, cuando se había manchado las manos y no quería mancharse las pieles que la tapaban, se las limpiaba en las pareces de las cuevas y de paso decoraba un poco aquello, que estaba más desangelado quepaqué.

día de la mujer

Pasados días o semanas, según cómo se les hubiera dado la caza a los trogloditas macho, volvían cargados de carne y mugre. Dejaban tirada la pieza en medio de donde pillaran y se tiraban un rato a dormir. Las trogloditas hembra les echarían a los niños encima con la excusa de que los habían echado de menos y contarían a ver si habían vuelto todos. Por si acaso, que desde que el mundo es mundo hay algún avispado que dice que se va a por tabaco y no vuelve. Ellas, libres de los llantos, las cacas y los mocos de las criaturas se pondrían a despellejar al bicho. Y eso no es criticar la mierda de bisonte o de oso cavernario que les habían traído la panda de vagos que estaban tumbados a la bartola, eso llegaría con los siglos y las ropas.

día de la mujer

Cuando los primitivos empezaron a darse cuenta de que la carne a la brasa está rica pero le faltaba un no sé qué, empezaron a mezclar la carne con las hierbas y los tubérculos que se encontraban por el campo los domingos de excursión. Como eran antiguos, pero no tontos, pensaron que podrían tenerlo de lunes a domingo si en lugar de tener que desplazarse con la familia al campo los días de asueto pudieran hacer que creciera cerca de la caverna y comerlo cuando les saliera del ugh. Y así lo hicieron. Empezaron a cultivar sin dejar de cazar, así que llegó el jefe del clan y le dijo a una mujer que pasaba por allí:

 

—Uggy, uggy, uggy, uggy.

 

A ella no le sentó muy bien y le contestó muy ufana:

 

—Uggggaaaaaa, ugga, uggggaaaaaa.

 

Si la memoria no me falla, esto se podría traducir algo así como:

 

—Mujer, nos vamos de caza, cuida del huerto y de los niños.

 

—Pero tú de qué vas, bonito. ¿Yo dos trabajos y tú solo uno?

 

Y este fue el comienzo de todo.

día de la mujer

Al principio estaba bien lo de quedarse en la cueva mientras ellos se iban de caza porque te ahorrabas las caminatas, volver cargada con la bolsa de la compra, digo de la caza y las inclemencias del tiempo. Eso podría resultar agotador. Pero luego llegaron los cultivos de las tierras, la limpieza de las chozas, el cuidado del fuego, la elaboración de los alimentos, el trabajo por cuenta ajena, el cuidado de los suegros, la limpieza del coche por dentro, la elaboración de los tapetes de ganchillo para encima de la tele, la ayuda con los deberes a los niños…

 

¿Y ellos?

 

Pues, no es por ponerme beligerante, pero durante mucho tiempo lo suyo seguía siendo solo la caza… aunque luego se convirtiera en un trabajo remunerado. Pero la casa, la comida, el cuidado de los mayores, la vigilancia del fuego y de la factura del teléfono y otros menesteres seguía siendo responsabilidad femenina. Y, claro, se nos hincharon las narices y dijimos que hasta aquí habíamos llegado. Salimos a la calle y pedimos dignidad, el voto, la igualdad, la inclusión en la sociedad… vamos, lo normal de un ser humano muy capaz.

 

El problema es que nos han dado mucho pero no nos han quitado parte de lo que ya teníamos. Nos ofrecen ayuda y no COLABORACIÓN o CORRESPONSABILIDAD y ponerte beligerante todo el día en casa es agotador y fuente de divorcios. Así que peleas lo justo y contratas ayuda para lo que puedes. Pero el trabajo no lo dejas, que para eso hemos demostrado desde que el mundo es mundo que somos muy listas y muy capaces.

 

Así que el 8 de marzo celebramos, pero yo pienso hacerlo los 364 días restantes, porque yo lo valgo. Y tú, también.

 

¿Cuál es tu historia familiar del 8 de marzo? ¿Vas a celebrarlo de alguna manera especial?

 

¡Cuéntame!